MÉXICO2
Proceso de elaboración del pozole y sus orígenes
caníbales.
En sus orígenes el pozole incluía carne humana
El emperador
Moctezuma disfrutaba de un platillo de Pozole ofrendado
al dios Xipe Tótec
El pozole, un caldo preparado
con maíz, carne, chile y verduras, ha sido un platillo muy popular en
México desde la época prehispánica.
Su nombre, de
origen náhuatl, significa ‘espuma’, porque se prepara con granos de
un maíz especial llamado cacahuazintle, que durante
dos horas se precoce en una solución de agua con óxido de calcio, de este
modo los granos de maíz pierden la cáscara fibrosa que los cubre y cuando
hierven se abren como flor, lo cual les da una apariencia de espuma. Una
vez listo, el maíz se agrega a una caldo con pollo o cerdo deshebrado, que
se adereza con lechuga, cebolla, orégano, limón, rábano, chile y tortillas
tostadas.
En el transcurso
de la historia este guisado ha tenido modificaciones a partir de los ingredientes
y gustos de cada región. Por ejemplo, en el estado de Guerrero se le
agrega tomate verde,
en Michoacán chicharrón, en Colima queso blanco, en Jalisco cerdo
y chile ancho (es la receta más conocida), y en las zonas costeras
sardinas.
Pero en un
inicio la carne que se agregaba era humana. La ofrenda gastronómica era
otorgada al dios de la primavera en una plegaria por las buenas
cosechas. Fray
Bernardino de Sahagún relata en la Historia
General de las Cosas de la Nueva España, que durante las ceremonias
en honor al dios Xipe Tótec (Nuestro
Señor Desollado), al emperador
Moctezumase le servía un enorme plato de pozole,
coronado con el muslo de un prisionero sacrificado.
Bernal Díaz del
Castillo, en su obra Historia
verdadera de la Nueva España, relata por su parte: “se cuenta que
Moctezuma come carne humana, pero yo nunca lo he visto”.
En recetas
de cocina recabadas por los frailes españoles después de la conquista,
se manifiesta que restos del cuerpo se cocían con maíz. Otras
versiones señalan que lo hervido en el pozole no
era carne humana, sino xoloitzcuintle,
una raza de perro domesticado y criado para consumo humano.
En el
libro Sabor que
somos, coeditado por el Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes, se cuenta que en marzo de 1530, luego de vencer a los indígenas, el
conquistador español Nuño Beltrán de Guzmán entró a Tonalá (Jalisco),
donde fue recibido por la cacica Itzoapilli Tzapontzintli y sus cortesanos con
danzas y un suculento pozole.
“Dicen que acercándose don Nuño Beltrán de Guzmán a la olla pozolera, vio que
en el maíz había restos humanos inconfundibles, por lo que iracundo echó
mano a la espada y quebró de un tajo la olla de arriba abajo, conminando a la
reina y los tonaltecos a ya no comer carne humana”.
Otro uso que
el pozole tuvo
en tiempos antiguos, fue que, contrario a como sucede hoy, era un alimento
servido más en los funerales que en los festejos. En fin, más allá de los mitos
y leyendas, sin duda hoy es un delicioso platillo que se sirve en las fiestas
porque se puede preparar en grandes cantidades, y es parte de la cocina
tradicional mexicana, considerada patrimonio
inmaterial de la humanidad.
La historia de
la torta ahogada originaria de Guadalajara.
Las tortas ahogadas se
elaboran con un pan conocido como "birote" o
"birote salado", que es característico de la región, cuya
consistencia es mucho más densa que el pan bolillonormal, y por tanto
más crujiente en la capa externa y menos permeable, y su interior más firme,
con un sabor ligeramente agrio debido a una fermentación un poco más larga, lo
que permite sumergirlo en distintas salsas sin perder su consistencia.
Dicho birote salado se rellena de carnitas estilo Jalisco puede ser en rebanadas, cubos o trozos, luego se sumerge en salsa picante de chile de árbol de Yahualica, ya que tiene características especiales como su sabor, aroma y picor, por las propiedades de la tierra de la región de Los Altos de Jalisco por ser un cultivo artesanal, además se le agregan condimentos clásicos del platillo como Vinagre, comino y ajo entre otros. Posteriormente se agrega la salsa de jitomate. Se acostumbra también agregar rebanadas de cebolla desflemada (cebolla sumergida en limón). Las tortas ahogadas tradicionales recibieron ese nombre pues se sumergían en chile hasta que salieran burbujas. Actualmente pocos prefieren dicha preparación, al ser demasiado picante.
Dicho birote salado se rellena de carnitas estilo Jalisco puede ser en rebanadas, cubos o trozos, luego se sumerge en salsa picante de chile de árbol de Yahualica, ya que tiene características especiales como su sabor, aroma y picor, por las propiedades de la tierra de la región de Los Altos de Jalisco por ser un cultivo artesanal, además se le agregan condimentos clásicos del platillo como Vinagre, comino y ajo entre otros. Posteriormente se agrega la salsa de jitomate. Se acostumbra también agregar rebanadas de cebolla desflemada (cebolla sumergida en limón). Las tortas ahogadas tradicionales recibieron ese nombre pues se sumergían en chile hasta que salieran burbujas. Actualmente pocos prefieren dicha preparación, al ser demasiado picante.
Con el tiempo,
algunas personas han ido modificando o "evolucionando" la preparación
del platillo, lo cual ha derivado en el uso de diferentes tipos de salsas,
chiles, tamaños, e ingredientes agregados, dando con esto una diversidad y un
toque personal a las tortas ahogadas, dependiendo el lugar donde se consuma.
Actualmente
existen variedades como tortas ahogadas rellenas de camarón en vez de carnitas
u otras partes de carne de puerco como: lengua, buche, y otras vísceras o su
combinación, con una salsa y chile diferentes, o bien, con col o cebolla picada
en vez de la desflemada. También ha conducido a la introducción de nuevas alternativas
derivadas de la torta ahogada aportando platillos elaborados con los mismos
ingredientes pero servidos en tostadas, tacos dorados o tortillas (tacos de
carnitas).
Hoy en día se
preparan y consumen por todo el estado de Jalisco. En Guadalajara está
presente en cada rincón de la ciudad; sus habitantes las comen como desayuno,
comida o cena y se considera como un eficaz remedio contra las resacas.
Consultar la
clasificación de los 4 tipos de salsa mexicana y la diferencia con los adobos.
Adobos
Adobos
paralelos
Dicen Alicia y
Giorgio que “los adobos son moles ligeros para aderezar piezas de carne, ave,
pescado o verduras antes de su cocción en cazuela o al horno. Similares hasta
cierto punto a las marinadas, se hacen con elementos aromáticos, chiles,
vinagre y aceites”. Efectivamente son dos las características de los adobos:
bañan a un producto sin estar cocidos, donde se les deja para que se impregnen
de su sabor y emplean vinagre; esto es importante porque en realidad el adobo
no es una simple salsa ni tampoco es un mole.
Es fascinante
pensar en el adobo porque en esencia es una salsa muy española, pero con
acentos indígenas, donde el chile se intenta incorporar al paladar. Es una
preparación cercana a la técnica del “enchilado”, y aún así los adobos no sólo
son útiles para integrar un sabor a una carne, sino para darle un toque de
sabor al clásico estilo europeo pero con un acento de otra tierra, tal y como
lo hace una salsa.
Si se desea se
marina o se baña, pero también se cocina una carne con un adobo. Hay varias
técnicas para los adobos y como ocurre con el mole, hay una enorme gama de
opciones; todos ellos son deliciosos y convenientes en su utilización,
dependiendo del resultado final que se desea.
Mulli no
es salsa, pero el mole a veces sí es salsa
Según El
Gran Larousse de la Cocina, salsa es el “sazonamiento más o menos líquido,
caliente o frío, que acompaña un plato o sirve para cocinarlo. La palabra
procede del latín salsus, ‘salado’, porque la sal ha sido siempre el
condimento básico de cualquier cocina. La función de una salsa es añadir a un
manjar un sabor que armonice con el suyo”. Aunque esta visión es muy europea,
no es aplicable a los mullis prehispánicos.
Los mullis y
moles, desde la visión de un cocinero sin sensibilidad cultural, son sólo
salsas porque añaden sabor a un manjar. Pero para mí no son preparaciones
idénticas, porque en México la salsa se sincroniza con el manjar pero también
con el comensal, quien decide cuál dará el toque que prefiere en su plato;
puede incluso añadir más de una salsa a su taco y eso no es lo que se hace con
una salsa en Europa.
Lo anterior
tiene que ver con la cosmovisión gastronómica ancestral del pueblo mexicano,
porque debemos recordar que en nuestra cultura los alimentos se dividen en
calientes y fríos, por lo que los chilmollis ayudaban a equilibrar al
cuerpo caliente a tibio, mantener al tibio, y al frío entibiarlo, pero de forma
dosificada y para ello se utilizan las salsas. Hoy todavía hacemos lo mismo por
intuición, y aunque ya no somos conscientes de esta sapiencia ancestral, no
dejamos de hacerlo.
En ese sentido
hay moles como el clemole, el texmole y otros que no sólo son más complejos en
etimología sino también en su preparación y alcances, porque ya no son mullis de
acompañamiento sino que se convirtieron en platos fuertes, esto es, más
cercanos a los “moles de cuchara” que a las “salsas taqueras”, y en ese sentido
paralelos a los adobos. Éstos, como ocurre con el mole de panza, no pueden
verse como salsas.
Tal vez, de
todos los platillos con terminación en mulli, la única preparación que
vivió una “involución” fue el guacamole. De haber sido un plato sustancioso
pasó a ser una simple “salsa”, lo que explica su situación actual. Esto debió
ser así porque el aguacate, su ingrediente esencial, fue vislumbrado por los
españoles como un “producto de estado”, necesario para sus intereses de
procreación. Al enterarse que el aguacate fincaba su etimología en ahuacatl,
“testículo”, debieron imaginar una potencia reproductiva en el ingrediente, lo
cual lo convirtió accidentalmente en una maravilla que debía ser consumida con
mayor frecuencia y por ello el guacamole se hizo más accesible.
Con el tiempo,
los mismos indígenas emplearon indistintamente los términos mulli y
mole y terminaron por aceptar aquel que los hispanos utilizaban. Además, ellos
mismos realizaron mullis más mestizos y más cercanos a los moles que
hoy conocemos y que son tan barrocos y tan diferentes a su versión original
como el ya mencionado “mole de panza”. Este mole de Tlaxcala es en esencia un
plato semejante a aquellos más prehispánicos, que aunque tiene la
terminación mulli, es un plato mestizo y por eso su denominación no es tal.
Sin embargo,
moles como el poblano son más cercanos a las salsas europeas en su concepción,
por eso sostengo que mulli no es salsa, pero el mole a veces sí lo
es, todo depende a cuál de ellos se refiera
El mole poblano
un modelo de salsa
Sin duda, se
trata de una referencia obligada. Además de la gran difusión y mercadotecnia
para posicionarlo, históricamente también hay elementos que lo sustentan como
un mole emblemático. No es necesario hablar de su mito, ya que hay cientos de
escritos que hablan sobre el tema y de cómo sor Andrea de la Asunción logró
generar esta delicia, algo que no es cierto, pero la idea encanta a muchos. Más
importante me parece dejar claro que moles virreinales como éste sí son
cercanos al modelo de salsa de Europa.
Si sólo bañan a
un platillo entonces estamos frente a una salsa tal: nadie agregaría a un mole
poblano que baña una suculenta pieza de guajolote, salsa roja o verde para
modificar su sabor, así como tampoco nadie podría ver a esta delicia como un
caldo. Por eso me parece que el mole poblano como modelo de lo que es un
mole-salsa queda bien, y por supuesto no como el modelo a seguir de entre los
moles de México.
Además de la
definición exacta de “mole”, debemos resaltar que este preparado se convirtió
en un ícono para las celebraciones de los mexicanos, convirtiéndose en un
platillo representativo para ocasiones especiales.
El proceso
culinario que inició desde la época prehispánica y evolucionó en la Colonia,
hoy nos permite tener un platillo complejo con numerosas variantes, en las
cuales se mezclan ingredientes y procesos que lo hacen diferente uno de otro,
transformándose en un símbolo de identidad gastronómica y un manjar digno de
ser conservado a través de los años.
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